Inmediatamente al poner un pie fuera del avión, un Boeing 737-800 NG, después de un vuelo tranquilo cruzando la cordillera de Los Andes, fui golpeado por un frío como nunca había experimentado en mi vida, esa noche hacían 12 grados en Bogotá (12 grados!).
Pensé que esta entrada iba a ser una bitácora o relato de mi corto viaje, pero creo que mejor dejaré aquí las cosas que me causaron una impresión que no preví.
En el camino al hospedaje, noté la limpieza de la ciudad, la iluminación, también los detalles que te recuerdan que sigues en latinoamérica, una enorme cantidad de graffitis de variada calidad, y personas conduciendo como mejor les parece, todo eso bajo el frío más intenso que cualquier aire acondicionado que haya experimentado. Además de lo que podía percibir con los sentidos, la sensación de no estar en Venezuela era extraña, como algo que sabes que está ahí pero imperceptible, ¿tal vez sea la libertad (de expresión)?, me hizo sentir, que hay posibilidades ahí, no sé si para mí, pero definitivamente sentí que las había, quizás sea lo mismo en mi país, pero no he podido verlas desde donde estoy.
La cantidad de personas, movimiento, tráfico que se observa a cualquier hora del día es impactante para alguien que viene de una ciudad de apenas 800mil habitantes, mi asombro inicial se convirtió en miedo: ¿cómo pretendo ir a un lugar de oportunidades si me aterra la gente y el ruido? un pensamiento no dejó mi cabeza durante mi corta estadía, pero logré superar la tristeza que trajo inicialmente, solo quedó la duda y asombro.
Hicimos un tour por la ciudad, y me impactó la libertad con la que se tocaron temas delicados de la historia de Colombia, su historia con la guerrilla y la violencia, de nuevo me dí cuenta que vivir 26 años en un país donde hay que cuidar de sobremanera lo que se dice sobre ciertos temas y personajes, sí ha tenido un impacto en mi psique, y en la sociedad en general.
Apenas le comenté a mi mamá que Bogotá me parecía un lugar bonito para vivir, inmediatamente me recordó que es un lugar lleno de crimen y misoginia, no está errada y no es algo que ignore, sé que su respuesta traducida al español normal sería algo como: «no te vayas hijo, me quedaría sola». Me pareció un poco gracioso la gravedad de la respuesta ante un mero pensamiento.
No creo en el destino, pero pocos días de volver a Venezuela encontré un post en instagram, sobre emprendedores en Madrid, y una emprendedora tocó un punto que cruzó mi mente en Bogotá. Es más fácil pensar en otras cosas cuando lo básico está cubierto y asegurado. Estoy seguro que en Venezuela habrán personas que no se preocupen por los servicios básicos, pero para muchos como yo es complicado, en especial el transporte. El suministro de combustible es impredecible en el mejor de los casos, y cuando no vives en una ciudad caminable es un punto crítico (vivo a 15km de mi trabajo!)

En fin, sé que lo que noté en Bogotá se debe a que es la capital del país, lo que me hizo sentir curiosidad por Caracas, ¿tendrá razón tanta gente entonces al romantizarla? debería hacer un viaje desde el monte y culebra hacia allá para verlo por mí mismo. Regresé con una motivación de mejorar las condiciones en las que vivo, algo que siempre dejaba en el fondo de mi mente, pero creo que el contraste con lo que vi en mi viaje me hizo pensar que si voy a estar aquí en Sam’s Town por un tiempo, pudiera hacer mi estadía más cómoda, no es necesario sufrir como estoico si se puede evitarlo.
